Poemas de amor subversivos en tiempos difíciles
- Roberto Ladino
- 3 mar 2020
- 2 Min. de lectura
A Ernesto Cardenal
La primera vez que me enteré sobre Ernesto Cardenal fue leyendo el poema Los Hongos del poeta salvadoreño, Roque Dalton. En mi imaginación infantil quedó guardado un diálogo entre poetas míticos. Era un fan de la poesía de Roque que iba adquiriendo de una u otra manera en momentos difíciles para obtenerla: eran los tiempos mas intensos de la guerra y la represión en El Salvador.
Pero la poesía de Cardenal la fui encontrando más dispersa aún. Poemas por aquí y por allá, en los lugares más insospechados. Una mañana de sábado en una venta de revistas en el centro de la ciudad, me encontré con un recuerdo en forma de separador con uno de los versos más conocidos del poeta nicaragüense (Al perderte yo a ti...). Aunque es un poema de amor sin ninguna referencia a la revolución, me puse un poco nervioso, porque a diferencia de los otros clientes y de la dueña que atendía, yo si sabía quien era el autor de ese poema.
De esa época recuerdo su imagen icónica, inconfundible, su barba y cabello blanco y la boina negra. No cambiaba mucho de la foto en la que aparece junto a Roque Dalton, de los primeros años de la década de los 70 del siglo pasado. Por eso siempre que veía aparecer nuevas imágenes de él en su época de ministro de cultura en el gobierno de la revolución Sandinista y luego en los años noventa, no digamos ya en el siglo XXI, me generó la idea de un ser inmortal.
Su leyenda creció cuando Juan Pablo II le hizo el desplante en su visita a Nicaragua, ante eso su imagen creció en mi a pesar que era católico y aún no conocía la Teología de la Liberación.
En momentos de revolución interna por los vaivenes del amor, su poesía me acompañó dándome motivos para la alegría que encontraba en sus versos sencillos y tan cotidianos.
Para entonces la Revolución Sandinista triunfante era un mito en nuestras tierras y un paradigma para unos y una amenaza infernal cercana para otros.
Era alucinante saber que un gobierno tenía poetas, escritores y curas luchando codo a codo para llevar educación a todo un pueblo.
Algo pasó desde entonces, mucha agua recorrida bajos los puentes y los tragantes. Los muchachos de entonces se quedaron en las fotos. Pero algo me dice que no todo está perdido como dice la canción de Fito Páez, ya que hay poesía para largo por la cual ofrecer nuestro corazón.
¡Hasta la poesía siempre Ernesto!
Comments