La pulsera y el dibujo de una niña kaqchikel
- Roberto Ladino
- 12 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Huyendo de los fantasmas de mi país, encontré refugio en uno de los pueblos más pintorescos del lago Atitlan. Los turistas han llenado este pueblito colgado en las faldas de la rivera del lago.

Después de alojarme en hostal retirado de la zona principal del turismo, la cual está ubicada en las inmediaciones del muelle, recorrí los callejones a orillas del lago viendo artesanías, después de caminar me senté en un bar a disfrutar en medio del ambiente bullicioso de los visitantes; arriba en el centro de la ciudad el bullicio era por la fiesta del pueblo.
Al día siguiente, gasté una tarde viendo las montañas al otro lado de lago Atitlan y el reflejo del sol en sus aguas, sentado en una mesa de uno de los bares mejor ubicados en San Juan de la Laguna. Con una cerveza que me duró más de una hora. Sorbo a sorbo hasta el último trago, cuando al fin se terminó, revisé de nuevo mis bolsillos y calculé que me alcanzaba para una más. Empezaba el momento más agradable de la tarde, el sol se preparaba para ponerse sobre los cerros al otro lado del lago. En ese momento apareció una niña con refajo, de esos coloridos, predominando el rojo, cabello lacio largo y oscuro, traía un canasto lleno de pulseras de muchos colores.
-Comprame una – dijo, poniéndose a la par y curioseando el iPad que tenía sobre la mesa.
- No tengo dinero, le dije para expresar mi negación a su venta y en realidad porque no tenía, lo último ya lo había reservado para la última cerveza.
-¿Que es esto? me dijo- Se puso a curiosear mi iPad.- Y con este lápiz puedes escribir?.
- Si, escribe ahí si querés.
- Te voy hacer un dibujo.
Hizo un dibujo y me dijo que se llama Silvia y que tiene nueve años y no habla muy bien el cachiquel porque sus padres quieren que hable bien el español para que a su hermanita más pequeña no le cueste aprender.
Al final le compré la pulsera y me escribió un lindo recuerdo.
Comments